viernes, 22 de junio de 2018

El Brasil histórico en 1970

Por Gerando Peña.

El 21 de junio es una de las fechas más emblemáticas del futbol. En un día cómo tal, pero de 1970, Brasil, el maravilloso Brasil de México 70 aplastó en la cancha del Estadio Azteca a Italia, para coronarse campeón del mundo por tercera ocasión, y por lo tanto poseer a perpetuidad el hermoso trofeo Jules Rimet que terminó fundido en oro, luego de ser robado. En esa Copa del Mundo vimos a Pelé en su máxima expresión. Un Brasil mágico, maravilloso, cuyos jugadores eran auténticos juglares y sedujeron a Guadalajara, sede de sus cinco primeros partidos y a todo México. Era el Brasil del Jogo bonito, de mediocampo para adelante Mario Lobo Zagallo colocó a jugadores que jugaban de diez en su equipo; pero los conjunto de tal forma que Gerson, Jairzinho, Pele, Tostao y Rivelino se retroalimentaban dentro del campo de juego. Siempre he considerado a ese Brasil, cómo el mejor equipo de la historia. Jamás tanto talento reunido en una cancha de futbol. El domingo 21 de junio de 1970 (solsticio de verano, en el hemisferio norte) amaneció lloviendo en la ciudad de México. Pele marcó el 1-0. Pero Roberto Bonisegna empató para los azurri. El segundo período fue una oda brasileña a la riqueza exuberante de su futbol. Gerson poseedor de una zurda hacedora de milagros, se perfiló desde la media luna, para sacar un disparo cruzado que batió a ese portento de guardameta que era Albertossi. El 3-1 una obra de orfebrería que nace de la zurda Gerson. Desde la línea simétrica del campo de juego, puso un servicio teledirigido que llegó al borde del área a la cabeza de Pelé; este vio en buena posición a Jairzinnho, quién sólo empujó el 3-1. Jair marcó en todos los juegos de Brasil en México 70. Y llegó el remache el llamado "Gol del Presidente".

Por esos días los militares gobernaban Brasil y el Presidente en turno Garrastazú Médici no gozaba de popularidad. Pero el sábado (un día antes del juego) proclamó: Ganaremos la Copa por 4-1. Y ese gol fue un ballet sin música, con trece toques brasileños que salieron desde el borde de su área. Aun recuerdo a Rivelino sembrando a cuatro italianos en un palmo de terreno. Cadencia, fútbol hecho arte, avance simétrico para culminar con el toque magistral de Pelé que con un pase histórico sirvió a Carlos Alberto el zaguero derecho, quién llegó desde su extrema defensa para descargar el mítico 4-1. Y ese balompié que hechizó al mundo entero, tardó años en combinar los binomios: Ganar y gustar, vencer y convencer, victoria y espectáculo. Un equipo de época, en un Mundial que aún se recuerda por su altísimo nivel técnico, y por la nobleza de los jugadores. En una Copa del Mundo, en la que la novedad era el estreno de las tarjetas, no hubo un sólo jugador expulsado. Jamás olvidaremos al Brasil de 1970.




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